La barrera de los siete días de guerra en Ucrania ya se ha superado con facilidad mientras la capital del país, Kiev, resiste a las tropas invasoras de Rusia. Hasta la fecha, la mayor urbe ucraniana aguanta el asedio de las tropas de Vladimir Putin, aunque ya se ha anticipado una ofensiva aun mayor, sin igual, con la que conseguir arrebatar definitivamente del control de Volodimir Zelenski los puntos estratégidos del mapa ucraniano. El Ejecutivo ruso se ha expresado este jueves en términos de «catástrofe humanitaria» en varias ciudades del país, incluida Kiev, Járkov o Mariúpol, si las fuerzas ucranianas no se rinden en su misión de seguir protegiendo la capital. En este sentido, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha señalado que lo peor del conflicto armado «está por venir», ya que Putin no cesará en su empeño de «tomar el control de toda Ucrania».
Desde que el mandatario ruso escalase la ofensiva militaral al darse cuenta de la capacidad de resistencia del pueblo ucraniano, más de 2.000 civiles han muerto, en cifras aportadas por las autoridades ucranianas, en el curso de lo que va de guerra. Aunque las delegaciones de Ucrania y Rusia retoman este 3 de marzo las negociaciones en territorio bielorruso, aún no hay un horizonte claro para el alto al fuego en el conflicto. De hecho, el Ejecutivo ruso ha amenazado con la posibilidad de despertar una «tercera guerra mundial» que implicaría armas nucleares. Hace unos días, Vladimir Putin ya solicitóa lasfuerzas nucleares de disuación del país que se pusiesen en alerta, en un «régimen especial de servicio», ante los «agresivos comentarios» formulados por los líderes de la OTAN.
Tras varias jornadas de asedio, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha elevado ya a más de un millón la cifra de refugiados que han escapado de Ucrania debido a los bombardeos y ataques. Mayoritariamente, los ciudadanos residentes en Ucrania han huido por la frontera que comparten con Polonia, la ruta más directa para huir desde Kiev, pero otros países que colindan con Ucrania, como Rumanía, Hungría o Moldavia, están acogiendo también a parte de la población que huye de la guerra. Para intentar poner coto al conflicto armado, Estados Unidos y la Unión Europea han tomado ya la decisión de excluir a parte de los bancos rusos del sistema SWIFT, un sistema internacional de comunicación financiera que opera a más de 200 países y conecta a más de 11.000 bancos, instituciones financieras y empresas.
¿Qué quiere Rusia de Ucrania?
De madrugada, Rusia voló por los aires este 24 de febrero la vía diplomática para resolver el conflicto al dar luz verde a «una operación militar especial» que, según lo que expresó el presidente ruso en un discurso, se debe a una operación de «defensa propia» para acabar con lo que para el Ejecutivo es «una amenaza para la soberanía como estado de Rusia y sus intereses». Así, dio comienzo un ataque a gran escala con bombardeos en múltiples ciudades ucranianas que han ido más allá desde el principio de las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, emplazadas en el este rusoparlante y gobernadas por rebeldes prorrusos desde 2014.
Así, en palabras de Putin, Rusia apuntó directamente contra la OTAN por apoyar en todo a los «nacionalistas extremistas y neonazis de Ucrania», y dijo que se está cometiendo, según su postura, un «genocidio» en el Donbás, una región conflictiva desde hace ocho años, cuando activistas prorrusos declararon la independencia de Donetsk y Lugansk tras tomar sedes administrativas del Gobierno. Asimismo, el mandatorio ruso señaló que dichas fuerzas «nunca perdonarán a los residentes de Crimea y Sebastopol por su libre elección» —cabe recordar que esta región votó en un referéndum en 2014 anexionarse a Rusia en paralelo a la entrada de tropas en la zona— y justificó el adelantarse con esta ofensiva a un «choque inevitable con estas fuerzas», a pesar de que señalaba respetar la soberanía de los países que formaron parte en su momento de la URSS. Por tanto, parte de las intenciones rusas residen en impedir la adhesión de Ucrania a la OTAN y la Unión Europea.
«No nos han dejado ninguna otra oportunidad para proteger a Rusia, a nuestra gente, excepto la que nos vemos obligados a usar. Las circunstancias nos obligan a tomar medidas decisivas e inmediatas. Las repúblicas populares del Donbás dirigieron a Rusia una solicitud de ayuda», expresó también Putin en su discurso emitido de madrugada. «Durante ocho interminables años, hemos hecho todo lo posible para resolver la situación por medios pacíficos y políticos. Todo ha sido en vano», añadió, para hablar también de «una cuestión de vida o muerte, de nuestro futuro histórico como pueblo».
Unas mayores sanciones están intentando dañar al círculo cercano de Putin tras la confirmación de que se puede estar a las puertas de una gran guerra en Europa. A su vez, varios países, entre ellos España, han decidido cerrar su espacio aéreo a las aerolíneas rusas para penalizar a Rusia por su ofensiva y enviar armas a la resistencia ucraniana. El escenario de tensiones internacionales se recrudeció después de que Putin reconociese la independencia de las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk y tomase la decisión de enviar tropas a la zona del Donbás en una operación que desde el Kremlin se describía como una supuesta misión para mantener la paz y evitar un «derramamiento de sangre».
Donbás y Crimea, el origen del conflicto
El origen de este conflicto entre Ucrania, con viejos lazos soviéticos y casi un 30% de población rusoparlante, y Rusia tiene precisamente lugar en torno a 2013 tras la conocida como revolución del Maidán, una revuelta popular que estalló a finales de ese año en contra del entonces presidente ucraniano Viktor Yanukovich por intentar posponer la firma de un acuerdo de asociación entre Ucrania y la Unión Europea en favor de los intereses del Kremlin. Estas manifestaciones sociales dieron lugar a enfrentamientos, «especialmente virulentos el 20 de noviembre de 2013», en sintonía con lo que recuerdan desde el Ministerio de Exteriores español, y conllevaron finalmente al exilio de Yanukovich y la convocatoria de elecciones presidenciales anticipadas en mayo de 2014. Sin embargo, los vientos de cambio iban en paralelo a la desmembración de la península de Crimea y a la ocupación, por parte de manifestantes prorrusos, de edificios oficiales en el este del país.
En marzo de 2014, tuvo lugar en la República Autónoma de Crimea, un territorio ucraniano bañado por el mar Negro donde se encuentra la ciudad portuaria de Sebastopol y que, de acuerdo con el ordenamiento jurídico ucraniano, «goza de su propia constitución, que data de 1998″ según apuntan desde Exteriores, un referéndum en el que se votaba la unificación con Rusia de este territorio, pero que se dio en un contexto de ocupación por parte de Rusia, por lo que en aquel momento Estados Unidos ya señaló que rechazaba el resultado de la consulta realizada «bajo la amenaza de la violencia y la intimidación». No obstante, el 21 de marzo se anexionó a Rusia Crimea y Sebastopol, considerada una unidad administrativa independiente.
Como respuesta a la anexión «ilegal» de esta región, la Unión Europea aprobó entonces y ha ido renovando en estos últimos años un paquete de medidas «restrictivas» a modo de sanciones contra Rusia, con la exclusión, por ejemplo, del Kremlin del G-8, desde entonces, el G-7. El conflicto con las fuerzas militares prorrusas también se ha mantenido en el tiempo en la región del Donbás, limítrofe con la frontera rusa y que se ha convertido en una zona conflictiva y dividida. Desde la llegada a la presidencia de Petro Proshenko en 2014, las partes no controladas por Kiev en Donestsk y Lugansk se autodenominan República Popular de Donetsk y República Popular de Lugansk.
En 2015, un año de aparente estabilidad, Donetsk y Lugansk quedó dividido en dos zonas, «la rebelde y la controlada por Ucrania», tal y como recuerdan desde Exteriores, y se crearon mecanismos de negociación a través de los Acuerdos de Minsk —el primero de ellos, Minsk I, se firmó en septiembre de 2014 y no se cumplió—, pero aun así se dio un continuo goteo de bajas entre militares y civiles y esa zona de conflicto provocó con el paso de los años el desplazamiento de millones de personas, especialmente al interior de Ucrania. Desde entonces, con altos al fuego puntuales, los enfrentamientos militares han sido una constante y no se ha mantenido la paz.
Desde 2015 Donetsk y Lugansk quedó dividido en dos zonas, «la rebelde y la controlada por Ucrania»
El mar de Azov, cuya puerta de entrada desde el mar Negro está marcada por el estrecho de Kerch entre la península de Crimea y Rusia, ha sido otro escenario clave en el tablero geopolítico desde 2018 por la rivalidad entre ambas naciones por el control de las aguas. En este sentido, Ucrania ha denunciado en varias ocasiones las acciones de la marina rusa contra barcos mercantes con bandera ucraniana. Con la llegada en 2019 del cómico Volodimir Zelenski a la presidencia, se renovaron las intenciones de tramitar la entrada de Ucrania en la Unión Europea y la OTAN, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, que está compuesta por 30 países miembros y que tiene por objetivo garantizar «la libertad y seguridad» de las naciones integrantes por medios «políticos y militares», algo que se interpone en los intereses del Kremlin, que vigila permanentemente los movimientos de la OTAN en esta zona.
A todos estos frentes abiertos, se sumó el hecho de que en noviembre de 2021, «para mantener tensiones en la región y ejercer presión política sobre los países vecinos», de acuerdo con lo que denunció en aquel momento el servicio de inteligencia militar de Ucrania a través de un comunicado, el Kremlin movilizase a casi 90.000 soldados rusos de la flota rusa del mar Negro, de la Fuerza Aérea y de las fuerzas aeroespaciales cerca de las fronteras de Ucrania y en los territorios ocupados de Crimea y Donbás.
¿Cuándo acabará la guerra? ¿Qué consecuencias tendrá?
Son muchas las dudas acerca de cómo se desarrollará la guerra en Ucrania, especialmente con el interrogante en torno al desarrollo de las negociaciones y a la resistencia de ciudades como Kiev. No obstante, desde que Rusia concentrase soldados cerca de las fronteras ucranianas, las advertencias de la comunidad internacional han sido claras al señalar que Rusia pagaría caro el haber escalado el conflicto en Ucrania e invadir el país, un movimiento que el Kremlin negaba tener planeado. Aunque las tropas de la OTAN no pueden actuar en Ucrania al no formar parte este país de la Alianza Atlántica, de acuerdo con lo que matizó Carmen Romero, vicesecretario general adjunta de diplomacia de la OTAN, una mayor presencia militar desplegada en los países del este por parte de la organización puede transmitir a Rusia un coste «inmenso» provocado por una guerra y tendrá por objetivo también «preservar la paz».
En suma a estos movimientos militares de presión, tanto la Unión Europea como Estados Unidos o Reino Unido están ampliando su hoja de ruta de sanciones para intentar contener a Putin y convertirle en un «paria», la expresión que ha utilizado el presidente estadounidense, Joe Biden, al manifestar sus intenciones de aislar a su homólogo ruso. No obstante, a pesar de la exclusión de bancos rusos del sistema SWIFT o el cierre del gasoducto germano-ruso Nord-Stream 2, el Ejecutivo de Putin ha manifestado que, aunque se trata de «sanciones duras que causan problemas», el país tiene «suficiente potencial para compensar los daños que están causando», ha defendido el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.
El objetivo último de Putin, para evitar una mayor alianza de su país vecino con la Unión Europea y tener a la OTAN más presente en el entorno de su territorio, sería forzar una salida del actual Gobierno ucraniano, tal y como apuntó el ministro español de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, en una entrevista con TVE. Tras la guerra, pueden cambiar mucho las cosas en el corazón del viejo continente, pues ante la ofensiva de Putin la Unión Europea ha dado un paso que no había tomado antes: el de destinar 450 millones de euros a financiar el envío de armas letales y munición a Ucrania.
«Vamos a suministrar armas e incluso aviones de combate. No estamos hablando sólo de municiones, estamos proporcionando las armas más importantes para ir a la guerra«, explicó el Alto Representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrel. «La Unión Europea es un proyecto de paz, queremos conservar la paz en Europa, pero hay que estar preparados para defender esa paz», añadió.